Si usted es impresionable o aprehensivo, si le molestan los olores fétidos y las conversaciones escatológicas, por favor no siga leyendo.
Ya he hablado en otras ocasiones de la comida: qué y cómo se come en China. Pero todo lo que entra sale, así que ahora me toca hablar, sí, de la caca. (Advertidos por segunda vez los impresionables: pueden dejar de leer aquí mismo. Después no se quejen.)
Así como la comida es una necesidad fisiológica –alimento– atravesada por la cultura, el otro extremo de la cadena digestiva también es una necesidad que no se lleva a cabo de igual manera en todos lados. Sí, el cagar también es cultural.
Y sin duda es una de las costumbres que más impresionan en China. Para empezar, aquí no es tan común encontrar lo que nosotros llamamos inodoro o water. Ese gran invento de occidente que hace cómodo y placentero el defecar, recién hace poco comenzó a instalarse en las casas chinas (no todas), y aún hoy es muy poco frecuente encontrarlos en baños públicos, incluso en restaurantes y bares. Sólo algunos centros comerciales muy modernos y ciertos restaurantes occidentalizados nos ofrecen baños como nosotros conocemos. ¿Y qué es lo que hay donde no hay inodoros? Letrinas. Ya casi inexistente en nuestros países occidentales (tal vez en el campo, o en lugares muy antiguos), la letrina, ese pozo a veces disfrazado con un poco de loza alrededor, es el cagadero más común en China, y aparentemente en todo el oriente (recuerdo que en la India los trenes tenían baños “eastern style” con letrina y “western style” con inodoro).
Pero bien, lo que más llama la atención no es el uso extendido de letrinas (ya desagradable e incómodo de por sí), sino el ritual defecatorio de los chinos.
Las letrinas (como los inodoros en nuestros países), se encuentran ubicadas en gabinetes, pero éstos no siempre tienen puertas. O sea que… exacto: uno entra al baño y puede ver cagando a los demás. Y si tienen puertas, de todas maneras los chinos no hacen uso de ellas, así que igualmente los verás ahí haciendo lo suyo. Y lo suyo no es sólo cagar: el ritual es estar de cuclillas (en una posición que parecen aprender de los monjes Shaolin, porque es extremadamente incómoda pero ellos la llevan con toda naturalidad), y a la vez que se alivia el intestino, necesariamente se hace otra cosa: leer el diario, mandar mensajes por celular, y/o fumar (lo más normal es dos cosas a la vez: diario/celular y pucho en mano). Sin contar los usuales gritos de placer que proyectan al expulsar a sus amigos del interior.
Por eso, para un occidental, entrar a un baño público en China puede ser una experiencia traumática. Pero a la vez uno se pregunta por qué me da asco eso, o que anden eructando o escupiendo por la calle, mientras para ellos es tan natural. No apliquemos juicios de valor: por ser así, los chinos no son peores que, por ejemplo, los franceses, que no se bañan. Es sólo una cuestión de costumbres.
Ya he hablado en otras ocasiones de la comida: qué y cómo se come en China. Pero todo lo que entra sale, así que ahora me toca hablar, sí, de la caca. (Advertidos por segunda vez los impresionables: pueden dejar de leer aquí mismo. Después no se quejen.)
Así como la comida es una necesidad fisiológica –alimento– atravesada por la cultura, el otro extremo de la cadena digestiva también es una necesidad que no se lleva a cabo de igual manera en todos lados. Sí, el cagar también es cultural.
Y sin duda es una de las costumbres que más impresionan en China. Para empezar, aquí no es tan común encontrar lo que nosotros llamamos inodoro o water. Ese gran invento de occidente que hace cómodo y placentero el defecar, recién hace poco comenzó a instalarse en las casas chinas (no todas), y aún hoy es muy poco frecuente encontrarlos en baños públicos, incluso en restaurantes y bares. Sólo algunos centros comerciales muy modernos y ciertos restaurantes occidentalizados nos ofrecen baños como nosotros conocemos. ¿Y qué es lo que hay donde no hay inodoros? Letrinas. Ya casi inexistente en nuestros países occidentales (tal vez en el campo, o en lugares muy antiguos), la letrina, ese pozo a veces disfrazado con un poco de loza alrededor, es el cagadero más común en China, y aparentemente en todo el oriente (recuerdo que en la India los trenes tenían baños “eastern style” con letrina y “western style” con inodoro).
Pero bien, lo que más llama la atención no es el uso extendido de letrinas (ya desagradable e incómodo de por sí), sino el ritual defecatorio de los chinos.
Las letrinas (como los inodoros en nuestros países), se encuentran ubicadas en gabinetes, pero éstos no siempre tienen puertas. O sea que… exacto: uno entra al baño y puede ver cagando a los demás. Y si tienen puertas, de todas maneras los chinos no hacen uso de ellas, así que igualmente los verás ahí haciendo lo suyo. Y lo suyo no es sólo cagar: el ritual es estar de cuclillas (en una posición que parecen aprender de los monjes Shaolin, porque es extremadamente incómoda pero ellos la llevan con toda naturalidad), y a la vez que se alivia el intestino, necesariamente se hace otra cosa: leer el diario, mandar mensajes por celular, y/o fumar (lo más normal es dos cosas a la vez: diario/celular y pucho en mano). Sin contar los usuales gritos de placer que proyectan al expulsar a sus amigos del interior.
Por eso, para un occidental, entrar a un baño público en China puede ser una experiencia traumática. Pero a la vez uno se pregunta por qué me da asco eso, o que anden eructando o escupiendo por la calle, mientras para ellos es tan natural. No apliquemos juicios de valor: por ser así, los chinos no son peores que, por ejemplo, los franceses, que no se bañan. Es sólo una cuestión de costumbres.
Se imaginarán que foto de esto no tenía.