miércoles, 13 de julio de 2011

Ciudad Gótica


Se me vino a la cabeza aquella primera noche en la ciudad: si Batman fuera chino, Ciudad Gótica sería Hong Kong. No cabe otra comparación. Sus rascacielos, sus autopistas, sus calles estrechas, sus barrios chic y los otros donde la gente vive amontonada, sus bandas de inmigrantes de todas partes de Asia y África que intimidan, su noche llena de neón, y el hecho de ser una ciudad casi despegada del país donde se encuentra.
Hong Kong tiene, en muchos sentidos, dos caras (sí, como el villano de Batman). Oficialmente, desde su devolución a China por parte del Reino Unido, se rige por el principio de “Un país, dos sistemas”, es decir, que nadie va a sacarle a Hong Kong su estilo de vida, su autonomía, su moneda, su sistema judicial y político, y otras cosas más, por al menos 50 años. Beijing está de a poco tratando de imponer su influencia sutilmente, en las escuelas, en los actos de gobierno, etcétera, pero Hong Kong sigue siendo claramente otra cosa muy diferente del resto de la República Popular. Ni siquiera el chino que se habla es igual: aquí predomina el cantonés (y no el mandarín oficial), cuyos caracteres significan lo mismo que en mandarín pero suenan completamente diferente (además del acento y entonación, que también difieren y mucho). Pero en lengua escrita también hay una diferencia: mientras en la China continental se usan los caracteres simplificados (adoptados desde la Revolución), en Hong Kong se siguen utilizando los caracteres tradicionales, que en muchos casos son incomprensibles para quien aprendió solamente los simplificados.
La ciudad tiene también un nombre distinto en mandarín: Xianggang. Y está llena de chinos que hablan un inglés de marcadísimo acento británico.
Dos caras también porque en su restringido territorio se puede pasar rápidamente de las frenéticas calles de Kowloon o Central a la paz agreste de Lantau Island o las playas relajantes de Repulse Bay.



Tal vez sea redundante hablar de Hong Kong como el lugar donde se mezclan Oriente y Occidente. Es así, claro, pero es mucho más que eso. Cantón es de por sí (por lo que ya dije del idioma y por muchas otras costumbres), un lugar particular de China. Y los territorios que ocupa Hong Kong son a su vez un lugar particular dentro de Cantón, que antes del establecimiento de los ingleses estaba poblado por distintas minorías étnicas además de la mayoría cantonesa. Con la colonia llegaron los ingleses, y con ellos también desembarcaron inmigrantes de otros puntos del Imperio Británico, sobre todo de la India, y aún hoy siguen llegando indios, pakistaníes, filipinos, malayos, africanos y una larga lista de etcéteras.

Hong Kong es, como Ciudad Gótica, fascinante y ficticia. Fue parte de Gran Bretaña pero tenía su propia moneda, hoy es parte de China y sigue teniendo su propia moneda, el dólar de Hong Kong. Moneda real pero ficticia, sostenida por una economía que es principalmente financiera (y nada más ficticio que la economía financiera), pero sobre todo porque es una moneda “privada”: nunca representó a un país sino a los negocios de corporaciones y bancos, por eso el dólar de Hong Kong fue, desde su creación, emitido por bancos privados que tenían, de parte de las autoridades, el permiso de hacerlo: HSBC (siglas de Hong Kong Shanghai Banking Corporation), Standard Bank y otras entidades fueron las encargadas de emitir la moneda, hasta el día de hoy. China introdujo una Autoridad Monetaria en la ciudad, que regula la emisión y es a su vez un nuevo agente emisor junto a los bancos, pero la mayoría de los billetes son impresos por esas corporaciones. Y los mismos billetes parecen ficticios, no sólo porque de una misma denominación (por ejemplo, HK$ 100) puede haber distintos tamaños, colores y diseños, según el banco que los haya emitido, sino porque los colores, el papel o curiosas filigranas en plástico transparente hacen que no parezcan billetes reales. Hong Kong es un gran Monopoly que mueve millones.



Ficticia y fascinante. Una burbuja tal vez, que con la realidad china actual no se sabe cuándo pueda estallar, pero que por ahora viene durando más de 150 años. En manos británicas o chinas, a Hong Kong no le importa. Siempre fue Hong Kong. Tal vez ése sea su encanto.
Si yo fuera un personaje de ficción y no una persona real, seguramente eligiría vivir en Hong Kong.


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