Hace ya casi tres meses (con sus interrupciones debidas a las fiestas occidentales y chinas) que llevo clases de chino en una escuela que está justo frente a mi edificio.
Mi profesor, Li Ning (o Peter Lee, para los occidentales), es un joven venido de una pequeña ciudad del noreste de China. A pesar de su juventud, Li Ning es un poco chapado a la antigua, algo nostálgico de los tiempos de Mao, crítico con el presente de su país, y dueño de un carácter bucólico. Sueña con volver a su pueblo a casarse con su novia y vivir una vida tranquila lejos de la gran ciudad y de la pujante nueva China. Un ser interesante en medio de tantos jóvenes consumistas (sí, consumistas, y ya no comunistas) que pueblan las calles y sobre todo los centros comerciales de Beijing.
Li Ning es también un buen profesor, a pesar de su pronunciación algo defectuosa del inglés. En poco tiempo ha logrado hacerme pronunciar el chino bastante aceptablemente y me ha dado las herramientas para poder arreglármelas por ahí.
Hace algunas semanas, Li lao shi (así se dice “maestro Li”), llegó contento, diciendo que en esa clase comenzaríamos a aprender algo nuevo y fundamental. Entonces nos repartió un cuadernillo fotocopiado titulado My Mini Radical Dictionary. “¡Cáspita!”, pensé, “aquí se acaba la enseñanza del chino y comienza el adoctrinamiento comunista”. Algo que de todas maneras me parecía extraño, porque no hay nada más alejado del comunismo radicalizado que la China de hoy. Tal vez podía tratarse de un fenómeno parecido al de la Argentina, donde la palabra “radical” perdió completamente su significado al ser usada por un grupúsculo cada vez más pequeño de gente absolutamente conservadora (y para un peronista como yo, nada más trágico que pensar en ser adoctrinado por esta gente). En fin, todas mis hipótesis políticas se esfumaron al abrir el cuadernillo y ver que se trataba de un método de enseñanza de caracteres chinos. ¿Por qué esa palabra “radical” entonces? Es que justamente, gran parte de estos caracteres se forman a partir de radicales, es decir, trazos que pueden llevar un significado, idea o connotación, o simplemente sonido, y que se combinan entre sí para formar las distintas sílabas y palabras.
Lo curioso es que a partir de esa clase, Li Ning, viendo que yo me interesaba bastante con la escritura china, ha tomado una fervorosa pasión por los caracteres y ya casi no me enseña conversación o gramática: la clase gira en torno a la escritura, y su método se ha vuelto una combinación de lavado de cerebro y tortura (que yo disfruto, de algún modo). Mi propuesta de las primeras clases, de aprender primero que nada a defenderme, entender y conversar algo, ha quedado en la nebulosa. Li lao shi se ha vuelto un radical en la enseñanza de los caracteres chinos.
Mi profesor, Li Ning (o Peter Lee, para los occidentales), es un joven venido de una pequeña ciudad del noreste de China. A pesar de su juventud, Li Ning es un poco chapado a la antigua, algo nostálgico de los tiempos de Mao, crítico con el presente de su país, y dueño de un carácter bucólico. Sueña con volver a su pueblo a casarse con su novia y vivir una vida tranquila lejos de la gran ciudad y de la pujante nueva China. Un ser interesante en medio de tantos jóvenes consumistas (sí, consumistas, y ya no comunistas) que pueblan las calles y sobre todo los centros comerciales de Beijing.
Li Ning es también un buen profesor, a pesar de su pronunciación algo defectuosa del inglés. En poco tiempo ha logrado hacerme pronunciar el chino bastante aceptablemente y me ha dado las herramientas para poder arreglármelas por ahí.
Hace algunas semanas, Li lao shi (así se dice “maestro Li”), llegó contento, diciendo que en esa clase comenzaríamos a aprender algo nuevo y fundamental. Entonces nos repartió un cuadernillo fotocopiado titulado My Mini Radical Dictionary. “¡Cáspita!”, pensé, “aquí se acaba la enseñanza del chino y comienza el adoctrinamiento comunista”. Algo que de todas maneras me parecía extraño, porque no hay nada más alejado del comunismo radicalizado que la China de hoy. Tal vez podía tratarse de un fenómeno parecido al de la Argentina, donde la palabra “radical” perdió completamente su significado al ser usada por un grupúsculo cada vez más pequeño de gente absolutamente conservadora (y para un peronista como yo, nada más trágico que pensar en ser adoctrinado por esta gente). En fin, todas mis hipótesis políticas se esfumaron al abrir el cuadernillo y ver que se trataba de un método de enseñanza de caracteres chinos. ¿Por qué esa palabra “radical” entonces? Es que justamente, gran parte de estos caracteres se forman a partir de radicales, es decir, trazos que pueden llevar un significado, idea o connotación, o simplemente sonido, y que se combinan entre sí para formar las distintas sílabas y palabras.
Por ejemplo, la palabra “ta”, que designa a la tercera persona del singular, cambia su grafía si se trata de un “él” (他), donde lleva el radical “ren” (persona) o de una “ella” (她 ), donde lleva el radical “nü” (mujer, femenino). O el carácter de la palabra “bueno” (hao, 好), formado por dos radicales: el ya mencionado nü (女) y “zi” (子), que significa “niño”, tal vez porque piensan que una niña nada puede tener de malo.
My Mini Radical Dicionary era entonces mi pequeño diccionario de radicales, y no mi pequeño diccionario radical.Lo curioso es que a partir de esa clase, Li Ning, viendo que yo me interesaba bastante con la escritura china, ha tomado una fervorosa pasión por los caracteres y ya casi no me enseña conversación o gramática: la clase gira en torno a la escritura, y su método se ha vuelto una combinación de lavado de cerebro y tortura (que yo disfruto, de algún modo). Mi propuesta de las primeras clases, de aprender primero que nada a defenderme, entender y conversar algo, ha quedado en la nebulosa. Li lao shi se ha vuelto un radical en la enseñanza de los caracteres chinos.
Es que los chinos son radicales, je!
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