lunes, 5 de septiembre de 2011

Zài Jiàn!


Después de un año, ha llegado el momento de partir.
Un año en que hemos vivido el gélido invierno y el tórrido verano de Beijing; los días de sol radiante y aquellos de un gris profundo; y los aguaceros casi bíblicos también.
En esos días y esos climas anduvimos, Sofía y yo, tratando de conocer esta enorme ciudad, capital de este enorme país. Y con cada paso nos dábamos cuenta de todo lo que nos faltaba ver, conocer.
Un año siempre es poco para conocer un lugar. Pero en China, yo diría que es nada. Un año ha sido sólo el comienzo. Hemos visto algo de Beijing, y alguna que otra pincelada de Shanghai, Hong Kong, Macao y Hangzhou.
China es milenaria e infinita. Y uno descubre eso tratando de conocerla.
Es hora de dejar “el país del centro”, Zhōng Guó, la China, y volar las interminables horas hasta la lejana Nán Měi Zhōu (Sudamérica).
No sé si volveremos, ojalá que sí, porque esto ha sido sólo el comienzo.
Ojalá que sí, por eso no es adiós sino hasta la vista, lo que en chino significa mi saludo: 
 ZÀI JIÀN!

Últimas imágenes de Beijing


 Algunas fotos de mis últimas 48 horas en la capital china.

 Shaoyaoju: mi estación de subte.

 Laberinto en el parque Yuanmingyuan.

 Estadio Nacional, o "nido de pájaro", sede de los Juegos Olímpicos del 2008.
 
 Wudaoying Hutong.



Estación Yonghegong y templo lama.

 Torre de la CCTV.

 Torre del China World Trade Center.

 Mercado de la Seda.

 En taxi por el cuarto anillo.

 Mi calle.

El restaurant de mi última cena.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La ciudad de los mil parques



Hace casi un año, apenas llegado a Beijing, en el camino del aeropuerto a la casa, pude ver que la ciudad era mucho más verde de lo que esperaba. Si bien grandes autopistas de cemento rodean y cruzan la ciudad, todas están acompañadas de árboles, plantas, jardines. Las calles, muchas de ellas muy anchas, también tienen sus veredas plantadas de árboles y arbustos.
Pero sobre todo, Beijing es una ciudad llena de parques. Según un informe de la ONU, el 52 por ciento del área urbana de la capital china corresponde a espacios verdes. Algo que nadie se imagina al pensar en una ciudad de más de 20 millones de habitantes.
Cada parque en Beijing tiene su particularidad y su personalidad. No sé exactamente cuántos parques habrá en la ciudad; en un año sólo he podido visitar un puñado de ellos.
Varios de estos parques tienen en su interior sitios de interés histórico, templos, reliquias: el Tiantan (Templo del Cielo), el Ditan (Templo de la Tierra), El Ritan (Templo del Sol), Longtanhu (Templo y lago del Dragón), el Yiheyuan (Palacio de Verano), son algunos de ellos. Allí se mezclan los turistas que van a conocer estos sitios con los habitantes locales que van simplemente a buscar un refugio verde. En estos parques generalmente se paga una entrada (que según la importancia del sitio histórico puede variar de 2 a 50 yuanes), mientras que en otros parques donde no hay tesoros culturales, el ingreso es gratuito.
En muchos de estos parques-templo se llevan a cabo en el Año Nuevo chino las famosas ferias, donde se congregan multitudes a comer, ver espectáculos, comprar recuerdos y jugar juegos de feria.
Una particularidad de muchos parques de Beijing, en especial aquellos diseñados en la época de las dinastías, es la ambientación artificial, emulando a pequeña escala escenarios naturales. Siendo una ciudad completamente plana, los emperadores mandaban a levantar montañas artificiales de tierra y roca, lagos con islas, bosques, cascadas, jardines, que aún hoy se conservan.



Entre los parques más modernos sucede también este fenómeno de artificialidad, pero adaptada a la vida de hoy: el parque de Chaoyang, uno de los más grandes de la ciudad, tiene en su interior un sector donde cada verano se emplaza una playa artificial de arena y agua salada, para los pekineses que no tienen tiempo de irse hasta el mar.
Los parques son también el lugar elegido por muchos pekineses, sobre todo los de tercera edad, para sus actividades de esparcimiento: temprano en la mañana se ven los grupos de Tai Ji y otras artes marciales y ejercicios, mientras que por la tarde se congregan los coros de ancianos a cantar canciones tradicionales. Y también los “coros rojos”, nostálgicos comunistas que entonan canciones de tiempos de Mao Zedong.
 
 
"Coros rojos" en el parque Jingshan

La juventud en cambio elige el parque que rodea el gran lago artificial de Houhai, plagado de bares y restaurantes.
Hay dos parques que me gustaron particularmente, por motivos diferentes: uno es el Yuanmingyuan, o antiguo Palacio de Verano. Éste era el lugar donde los emperadores pasaban el caluroso verano de Beijing: enormes lagos artificiales y bosques mantenían fresco el ambiente. Grandes palacios y templos fueron construidos allí durante las dinastías Ming y Qing, pero en 1860, durante la invasión de las tropas franco-británicas, el parque fue arrasado, saqueado e incendiado. Como recuerdo de esa rapiña, hoy el parque exhibe no las glorias sino las ruinas: la memoria del saqueo. Sus palacios son hoy montones de rocas, sus lagos están cubiertos de lotos, sus bosques exhiben una rusticidad atractiva.
 

 Ruinas "europeas" en el parque Yuanmingyuan

 Los lotos de Yuanmingyuan


El otro parque que me llamó la atención es el Ritan, donde se encuentra el altar de sacrificios al Sol. Este parque está muy cerca de la zona financiera de Beijing, con sus rascacielos, autopistas, su tráfico intenso y su ritmo acelerado. Todas cosas que uno olvida al instante cuando ingresa al parque. Una paz inesperada domina el Ritan. Uno puede perderse en sus bosques y colinas, escuchar el sonido del agua de sus cascadas y arroyos artificiales o disfrutar de un delicioso té verde en alguna de las casas de té que lo rodean.


 Lagos y montañas artificiales en el parque Ritan

Hay muchos más y, como dije, cada uno con su personalidad. Llevaría un buen tiempo conocer y recorrer todos los parques de Beijing. Al menos para mí, un año no fue suficiente.

 




lunes, 22 de agosto de 2011

Wo ai Beijing Tian’Anmen

Significa “Yo amo a la plaza Tian’Anmen de Beijing”, y es el título de una canción infantil escrita durante la Revolución Cultural y cantada durante esa época en todas las escuelas primarias.
Los chinos aman a su plaza, la que marca el centro geográfico y de poder de Beijing. De todas partes del país (y del mundo) llegan visitantes, miles por día, para contemplar el lugar que guarda gran parte de la historia china.

Plaza Tian'Anmen: Monumento a los Héroes del Pueblo y, al fondo, Museo Nacional de China.

La primera plaza fue construida en 1415 durante la dinastía Ming, y medía menos de un cuarto del espacio que ocupa hoy. Fue ampliada y reformada en 1651, durante la dinastía Qing, y más tarde sería escenario de luchas, manifestaciones, ocupaciones extranjeras, liberaciones. Frente a ella Mao Zedong declaró fundada la República Popular el 1º de julio de 1949, y a partir de allí se propuso amplirla aún más, para convertirla en la más grande y espectacular del mundo, con el objetivo de albergar a grandes masas de partidarios en los festejos de los 10 años de la fundación de la República Popular, en 1959. Otros acontecimientos poco felices han ocurrido en ella años después, pero de eso aquí no se habla. Tal vez por esos sucesos hoy la entrada a la plaza está fuertemente controlada: se ingresa por pasajes subterráneos con detectores de metales y escáners para bolsos, mochilas o carteras, y de noche se cierra por completo al público, siendo posible verla sólo desde las veredas aledañas. Además, es uno de los pocos lugares de Beijing donde uno ve policías y soldados regularmente.



Monumento temporario colocado durante julio de este año para conmemorar los 90 años del Partido Comunista Chino. Al fondo, la Puerta de Tian'Anmen.

El nombre de la plaza se lo da la Puerta de Tian’Anmen (Puerta de la Paz Celestial), que, ubicada al norte de la plaza, es la entrada al complejo de la Ciudad Prohibida.
Curiosamente, con sus inabarcables 440.000 m2 no es la plaza más grande del mundo sino la segunda (detrás de la del Imán Reza en Irán). Más allá de los récords, en Tian’Anmen uno siente básicamente una cosa: inmensidad. Uno ve llegar multitudes de visitantes por las calles laterales, pero al entrar a la plaza parecen perderse, no hay aglomeraciones, la distancia con el otro es siempre enorme. Su superficie perfectamente plana y la ausencia de árboles o fuentes hacen que las únicas dos construcciones emplazadas en ella (el Monumento a los Héroes del Pueblo y el Mausoleo de Mao), parezcan tan horizontales como la plaza misma. No existe la altura, hasta el cielo parece estar justo sobre las cabezas, a punto de desplomarse.
Tian’Anmen es la perfecta representación de la inmensidad china.


 Puerta de Tian'Anmen, de noche: Mao entre luces de neón.


martes, 19 de julio de 2011

La otra, la misma

Hace un tiempo comenté sobre nuestra visita a la sección Badaling de la Gran Muralla China: esa sección que está completamente reconstruida y preparada para las grandes masas de turistas que llegan día a día.
Ayer tuve la oportunidad de visitar otro punto de la muralla, llamado Jiankou. Esta parte, al igual que Badaling, fue construida durante la dinastía Ming, pero no ha sido reconstruida ni preparada para el turismo. Teóricamente se encuentra protegida y cerrada a los visitantes, pero siempre hay una manera de quebrar esas normas en China, y Jiankou es el destino de visitantes más dados al trekking que al turismo convencional.
Las ruinas de la muralla en Jiankou están rodeadas de una vegetación casi selvática, que por partes se “traga” los muros de roca y ladrillo. Hay que caminar mucho a través de estrechos senderos en el bosque para llegar hasta la cima de la montaña, donde se encuentra recostada la infinita obra de los emperadores chinos. Y caminar sobre ella es también un desafío, entre piedras sueltas, grandes pendientes, torretas derruidas…



Badaling y Jiankou, como dije, son aproximadamente de la misma época. Podría decirse que es “la misma” muralla. Pero la experiencia es completamente distinta.
Jiankou y su muralla no restaurada no sólo me impresionó más que Badaling por el paisaje que ofrece. El hecho de que esté en ruinas me hizo pensar en la dimensión del tiempo y en la grandeza de esta obra. Y pienso entonces: ¿admiraríamos las grandes obras de la historia si no estuvieran en ruinas? ¿Nos impresionaría tanto Machu Picchu si la ciudad estuviera entera y sus habitantes circulando por ahí? ¿O las pirámides de Tikal si en vez de una espesa selva las rodearan plazas abiertas llenas de gente comerciando? ¿O el Foro Romano si sus trozos de columnas sostuvieran todavía palacios con techos de madera?
Creo que no. Si todas estas grandes obras estuvieran perfectamente en pie, no serían eternas, sino simplemente actuales.
Por eso Jiankou –junto a las tantas otras secciones de la muralla que se encuentran en ruinas, a merced de la naturaleza– es para mí la imagen de la Muralla China, la eterna e infinita. 





sábado, 16 de julio de 2011

Cenicienta

Si Hong Kong es la reina de Oriente, Macao es la Cenicienta. Situadas en la misma zona geográfica (la desembocadura del Río de las Perlas, en Cantón), y separadas por sólo una hora de ferry, las dos actuales “Zonas Administrativas Especiales” de China exhiben claramente sus diferencias fundacionales: Hong Kong fue la colonia de un imperio rico y poderoso, Macao de un reino pobre y decadente. Mientras Hong Kong creció al ritmo de su pujante economía, como énclave de los grandes capitales en medio del territorio comunista de China, como sede de los grandes bancos y de poderosas operaciones financieras y grandes especulaciones, Macao, como colonia de un débil y empobrecido Portugal, tuvo que contentarse con ser el “patio de atrás”, con sustentar su economía no en la especulación financiera sino en otro tipo de juego: los casinos. Se va a Hong Kong a hacer negocios, se cruza a Macao a apostar. Y ese sistema sigue vigente desde 1997, cuando ambas colonias pasaron a manos chinas.

No digo que Macao carezca de atractivo, al contrario. Mientras Hong Kong se renueva y se moderniza constantemente, Macao conserva las reliquias de su gloria pasada, cuando, hasta fines del siglo XVIII, Portugal fue un reino poderoso dueño de grandes rutas marítimas. Edificios barrocos enclavados en un centro histórico rodeado de barrios de arquitectura mediocre por un lado y de zonas de hoteles y casinos por el otro (en este sentido, muy parecido a la ciudad de Salvador de Bahía, en Brasil). Así, como la propia Cenicienta, Macao puede ser vista como la más pobre, pero también como la más bella.
Pero está siempre en el aire ese sentimiento de algo que fue y ya no está. Ni su propia moneda, el dólar de Macao, es ya tan importante (en todos los comercios se puede pagar con dólares de Hong Kong, y el cambio fue establecido 1 a 1), ni el idioma: aquí el portugués sigue funcionando como una de las lenguas oficiales, pero en realidad ya casi nadie lo habla, a pesar de que todos los carteles, documentos y hasta menúes de restaurantes estén en ese idioma (algo que hoy es un absurdo, dado el no uso del mismo). Aquí se habla cantonés, y en muchos negocios y restaurantes es posible hablar también en inglés. Pero el portugués es otra reliquia del pasado.

 


Para los que no estamos interesados en los casinos, Macao, como dije, es un hermoso paseo por la historia colonial, pero también un delicioso descubrimiento para el paladar: sus calles están plagadas de “pastelarias” (pastelerías, claro), que venden distintos productos típicos del lugar, salados y dulces: los tradicionales egg rolls (cubanitos dulces) con relleno o sin él, los phoenix rolls (similares a los egg rolls pero con otra forma y con sabor a mariscos), las deliciosas tarteletas de huevo, cocadas, budines, flanes, pasteles de ananá, galletas de todo tipo y, el producto más buscado por los turistas, las planchas de carne de cerdo seca, salada y especiada, con diferentes niveles de picante. Todos productos que combinan las tradiciones portuguesa, china y también africana, india y brasileña, por el contacto que tuvieron en la época de la colonia. A lo largo de las estrechas calles antiguas se suceden las pastelarias una tras otra, y sus vendedoras salen con canastas a ofrecer degustaciones de sus productos para atraer a los clientes.




Puede que su economía se sostenga principalmente por el juego de azar, pero yo me quedo con la Macao de las viejas glorias y las pastelarias de hoy.



miércoles, 13 de julio de 2011

Ciudad Gótica


Se me vino a la cabeza aquella primera noche en la ciudad: si Batman fuera chino, Ciudad Gótica sería Hong Kong. No cabe otra comparación. Sus rascacielos, sus autopistas, sus calles estrechas, sus barrios chic y los otros donde la gente vive amontonada, sus bandas de inmigrantes de todas partes de Asia y África que intimidan, su noche llena de neón, y el hecho de ser una ciudad casi despegada del país donde se encuentra.
Hong Kong tiene, en muchos sentidos, dos caras (sí, como el villano de Batman). Oficialmente, desde su devolución a China por parte del Reino Unido, se rige por el principio de “Un país, dos sistemas”, es decir, que nadie va a sacarle a Hong Kong su estilo de vida, su autonomía, su moneda, su sistema judicial y político, y otras cosas más, por al menos 50 años. Beijing está de a poco tratando de imponer su influencia sutilmente, en las escuelas, en los actos de gobierno, etcétera, pero Hong Kong sigue siendo claramente otra cosa muy diferente del resto de la República Popular. Ni siquiera el chino que se habla es igual: aquí predomina el cantonés (y no el mandarín oficial), cuyos caracteres significan lo mismo que en mandarín pero suenan completamente diferente (además del acento y entonación, que también difieren y mucho). Pero en lengua escrita también hay una diferencia: mientras en la China continental se usan los caracteres simplificados (adoptados desde la Revolución), en Hong Kong se siguen utilizando los caracteres tradicionales, que en muchos casos son incomprensibles para quien aprendió solamente los simplificados.
La ciudad tiene también un nombre distinto en mandarín: Xianggang. Y está llena de chinos que hablan un inglés de marcadísimo acento británico.
Dos caras también porque en su restringido territorio se puede pasar rápidamente de las frenéticas calles de Kowloon o Central a la paz agreste de Lantau Island o las playas relajantes de Repulse Bay.



Tal vez sea redundante hablar de Hong Kong como el lugar donde se mezclan Oriente y Occidente. Es así, claro, pero es mucho más que eso. Cantón es de por sí (por lo que ya dije del idioma y por muchas otras costumbres), un lugar particular de China. Y los territorios que ocupa Hong Kong son a su vez un lugar particular dentro de Cantón, que antes del establecimiento de los ingleses estaba poblado por distintas minorías étnicas además de la mayoría cantonesa. Con la colonia llegaron los ingleses, y con ellos también desembarcaron inmigrantes de otros puntos del Imperio Británico, sobre todo de la India, y aún hoy siguen llegando indios, pakistaníes, filipinos, malayos, africanos y una larga lista de etcéteras.

Hong Kong es, como Ciudad Gótica, fascinante y ficticia. Fue parte de Gran Bretaña pero tenía su propia moneda, hoy es parte de China y sigue teniendo su propia moneda, el dólar de Hong Kong. Moneda real pero ficticia, sostenida por una economía que es principalmente financiera (y nada más ficticio que la economía financiera), pero sobre todo porque es una moneda “privada”: nunca representó a un país sino a los negocios de corporaciones y bancos, por eso el dólar de Hong Kong fue, desde su creación, emitido por bancos privados que tenían, de parte de las autoridades, el permiso de hacerlo: HSBC (siglas de Hong Kong Shanghai Banking Corporation), Standard Bank y otras entidades fueron las encargadas de emitir la moneda, hasta el día de hoy. China introdujo una Autoridad Monetaria en la ciudad, que regula la emisión y es a su vez un nuevo agente emisor junto a los bancos, pero la mayoría de los billetes son impresos por esas corporaciones. Y los mismos billetes parecen ficticios, no sólo porque de una misma denominación (por ejemplo, HK$ 100) puede haber distintos tamaños, colores y diseños, según el banco que los haya emitido, sino porque los colores, el papel o curiosas filigranas en plástico transparente hacen que no parezcan billetes reales. Hong Kong es un gran Monopoly que mueve millones.



Ficticia y fascinante. Una burbuja tal vez, que con la realidad china actual no se sabe cuándo pueda estallar, pero que por ahora viene durando más de 150 años. En manos británicas o chinas, a Hong Kong no le importa. Siempre fue Hong Kong. Tal vez ése sea su encanto.
Si yo fuera un personaje de ficción y no una persona real, seguramente eligiría vivir en Hong Kong.


viernes, 1 de julio de 2011

Hoy, 1º de julio

De niño, apenas pude tener noción del tiempo y las fechas, el primer hito que ocupaba el 1º de julio era el cumpleaños de mi madre. Más adelante, cuando fui capaz de conocer y retener hechos históricos, supe que ésa era la fecha en que, en 1974, falleció Juan Domingo Perón.
Como cualquiera de los 365 días del año, el 1º de julio está lleno de nacimientos y muertes de gentes notables y famosas, de acontecimientos históricos, catástrofes naturales, etcétera.
Estando en China, me entero de que ésta es también la fecha de fundación del Partido Comunista local, y que este año tiene especial importancia porque se celebra el 90º aniversario de este hecho.
Nacido entonces oficialmente un 1º de julio de 1921 en la ciudad de Shanghai, con sólo 50 miembros, el Partido Comunista Chino (PCC) es hoy la organización política más grande del mundo, con unos 80 millones de afiliados (aproximadamente un 6 por ciento de la población total del país), y siendo partido único es el centro de conducción de la República Popular China desde 1949.
El Partido y el Gobierno (que son lo mismo pero a la vez son dos cosas separadas), han organizado innumerables eventos para festejar el aniversario, y en todas las cadenas de televisión se ven miniseries y programas especiales dedicados a la historia del Partido. Sin embargo, casi todos hacen hincapié en dos momentos particulares: su fundación y las reformas encaradas por Deng Xiaoping a partir de la muerte de Mao en 1976. La era de efectivo liderazgo de Mao Zedong, que fue el momento donde el PC chino tomó fuerza, ganó la guerra civil contra los nacionalistas y creó la República Popular, parece ser una etapa olvidada en estos festejos. Y de más está aclarar que hay un silencio sepulcral sobre los dos programas más criticados del gobierno de Mao: el Gran Salto Adelante y –especialmente– la Revolución Cultural.
La imagen de Mao sigue contemplando al pueblo en la plaza Tian’Anmen porque fue un líder fundacional e indiscutible, y varias generaciones aún lo añoran y respetan, pero para la oficialidad del Partido todo parece haber comenzado con Deng Xiaoping.
No se puede negar la capacidad que tuvo el PC chino de reinventarse una y otra vez en estos noventa años. Nacido, obviamente, como un partido de ideología marxista-leninista, hoy es el garante de la segunda economía –capitalista– del mundo, y en claro camino a ser la primera. Transformación de ideales que, junto con el crecimiento macroeconómico, trajo una enorme desigualdad social. El reto del PCC para los próximos años será entonces disminuir esa brecha enorme entre pobres y ricos, y resolver ciertas contradicciones –un país comunista que carece de seguridad social, por ejemplo–, hechos que ya están empezando a generar conflictos y resentimientos y que amenazan con romper la aparente estabilidad social reinante.
El Partido Comunista Chino cumple oficialmente 90 años. Pero lo que hoy es China y su organización rectora sólo ocupan poco más de un tercio de esa historia.


jueves, 30 de junio de 2011

O mais grande do mundo

Habría que comenzar a traducir al chino esa frase con que los brasieños gustaban de autodenominarse. El crecimiento de China sorprende y asusta. Hoy 30 de junio, en un solo día, se han inaugurado tres obras de ingeniería que en cualquier otro país ocuparían los titulares durante largo tiempo.
La primera y la más visiblemente importante es la inauguración oficial del tren super rápido entre Beijing y Shanghai. China ya tiene varias líneas con trenes de alta velocidad (que superan los 400 km/h), pero este tramo entre las dos ciudades más grandes e importantes del país era una deuda de los ferrocarriles chinos. Aún así, la obra se terminó un año antes de lo programado y ya se puede hacer en cinco horas el tramo de 1.318 km que antes tomaba unas 12 horas.



La siguiente obra inaugurada hoy es el puente Qingdao-Haiwan, en la provincia de Shandong, al este del país. Éste es el puente marítimo más grande del mundo, con un total de 42,58 km, uniendo tres puntos sobre la bahía de Jiaozhou y acortando en más de 30 km la distancia entre sus dos puntos principales, la ciudad de Qingdao y el distrito de Huangdao. La obra tardó cinco años en construirse, pero su reinado promete ser corto ya que las autoridades chinas anunciaron que otro puente le arrebatará el récord en 2016: la nueva obra unirá Hong Kong, Macao y el sur de la provincia de Guandong, con un largo de 50 km aproximadamente.

Y para rematar el día, la empresa estatal PetroChina inauguró el gasoducto más largo del mundo, que atraviesa diagonalmente todo el territorio chino, desde el extremo noroeste hasta la ciudad de Guangzhou en la provincia de Guangdong (Cantón), en el sureste, con un largo total de más de 8.700 km.
Los chinos parecen no tener límites. Se nota que de chicos no les hablaron de la Torre de Babel…

lunes, 27 de junio de 2011

De las tejas a los pinceles

Apenas entrando a la parte sur de la ciudad, no muy lejos de la plaza Tian’Anmen, se encuentra la calle Liulichang, que durante las dinastías Yuan (1271-1368) y Ming (1368-1644) albergaba las fábricas de tejas laqueadas de color rojo (de donde deriva su nombre en chino), que cubrían los techos de palacios, templos y casas de la nobleza. A partir de la dinastía Qing (1644-1911) se instalaron mercaderes de curiosidades y vendedores de libros antiguos, y la calle fabril lentamente se fue convirtiendo en bazar de caligrafía, pintura, escultura y todo tipo de arte tradicional chino.
Hoy la calle está restaurada y convertida en peatonal, y a pesar del toque “turístico”, sigue manteniendo las tiendas con todo lo necesario para practicar esas artes: papeles, pinceles y tintas especiales para caligrafía y pintura tradicionales, sellos tallados en piedra (que en la China son un arte en sí), instrumentos musicales, además de tiendas de antigüedades (verdaderas y falsificadas, claro), pinturas y esculturas, y algunas casas de subastas especializadas en arte chino antiguo.

 Efímera caligrafía con agua en el suelo.

Cientos de tipos y tamaños de pinceles para caligrafía y pintura china.


 Antigüedades reales, antigüedades falsas y vejeces.

Instrumentos de música tradicionales.



Calígrafo ejerciendo su arte.

lunes, 13 de junio de 2011

Por qué Confucio

A fines de marzo fue reabierto el Museo Nacional de China, luego de dos años de reparaciones y ampliaciones. Acompañando esta reapertura, el gobierno chino inauguró en la puerta norte del museo una enorme estatua de bronce de Confucio, el gran pensador chino que vivió entre los siglos VI y V a.C. y que marcó durante más de dos mil años la filosofía, la política y la educación del país.
La colocación de esta estatua fue tema de polémica. Confucio y sus ideas fueron combatidos desde el Partido Comunista Chino, especialmente en la época de la Revolución Cultural del presidente Mao, por representar a una China feudal y esclavista. Pero las cosas han cambiado mucho desde la muerte de Mao, y la “apertura” que el PC chino puso en práctica desde principios de los años 80 vuelve a poner a Confucio en un lugar de importancia: no sólo está la estatua (situada en un lugar más que simbólico: el museo es el más grande del mundo, y está al costado de la Plaza Tian’AnMen, donde se encuentra el mausoleo de Mao); Confucio da nombre también al instituto oficial de enseñanza del idioma y cultura chinos en el mundo (siguiendo el modelo del Goethe Institut o la Alianza Francesa).
Más allá de la evidente importancia de Confucio en la cultura china, ¿por qué el gobierno comunista lo erige como el ícono cultural después de haberlo negado?
Hay varias posibles respuestas.
La primera ya la subrayé varias veces en este blog: el gobierno comunista de hoy bien lejos está de las ideas y los tiempos de Mao.
Por otro lado, si bien existe una religión ligada al pensamiento confuciano, en realidad Confucio fue uno de los pensadores más laicos y seculares de China. Su pensamiento apunta siempre a la práctica (no le preocupa el “¿quién soy yo?” de los griegos sino el “¿qué tengo que hacer?”), y esa práctica debe estar orientada a mantener un equilibrio social. Es decir: exactamente lo que busca el gobierno hoy. Y que cada uno esté en su lugar cumpliendo su función, como bien lo dijo Confucio: “Que el gobernante haga de gobernante, el ministro de ministro, el padre de padre, y el hijo de hijo”.
Confucio fue un gran educador, y la tradición que él dejó marcó por siglos la educación oficial china, siendo los confucianos los redactores y jueces de los complicadísimos exámenes imperiales, que decidían quiénes podían y quiénes no podían ser funcionarios de la enorme burocracia imperial. Algo parecido sucede hoy con quienes quieren formar parte del Partido Comunista y a partir de allí del aparato estatal.
El pensamiento ético de Confucio enfatiza el amor y el respeto por el otro al mismo tiempo que se debe cumplir con los deberes personales, familiares y con el Estado. Este mensaje de respeto a la autoridad y de orden social encaja a la perfección en estos tiempos en que la sociedad china atraviesa tremendos cambios que pueden alterar la armonía propuesta desde el gobierno.
Feudal o no, Confucio y sus enseñanzas siempre fueron útiles al poderoso y centralista Estado chino; Estado que fue así de poderoso y de centralista ya en su época imperial como bajo el régimen actual.

domingo, 5 de junio de 2011

Danza de la lluvia


Ya hace unos cuantos años visité por primera vez la provincia de Jujuy en el noroeste argentino. Pocas horas después de llegar a la ciudad de Humahuaca, donde comenzaba nuestro recorrido por la región, comenzó a llover. Como turistas maldijimos el fenómeno meteorológico que nos obligaba a estar bajo techo o salir y empaparnos. Pero la gente del lugar parecía feliz y agradecida de que, junto con nosotros, llegara también el aguacero. Sucede que en la Quebrada de Humahuaca y en gran parte de la Puna no había llovido en dos años, a pesar de ser un clima con estación húmeda y estación seca. Las cosechas se habían perdido dos temporadas seguidas y el agua escaseaba en ciudades y pueblos. La razón de esta sequía no había sido un capricho de la naturaleza, sino la interesada mano del ser humano. No lo podía creer pero era cierto: durante dos años habían estado lanzando misiles a la atmósfera para evitar las lluvias y poder así completar sin obstáculos la construcción de un gasoducto que atravesaba la región.
Yo conocía la tradición de la cruz de sal para evitar la lluvia, pero esto de los misiles era para mí una novedad atroz.
Por eso no me sorprendió cuando hace unos meses, al poco tiempo de llegar a Beijing, se largó un diluvio que, todos me decían, era “provocado”. Igualito, con misiles, el gobierno chino hace llover o brillar el sol según la necesidad del momento. Es normal que en ciertas épocas del año estas lluvias provocadas sean también programadas: una vez a la semana el cielo se desploma y al rato se despeja nuevamente.
Por el contrario, cuando necesitaron sol, lo tuvieron y bien radiante: el día en que vino el Comité Olímpico Internacional para decidir si le daban a Beijing la sede de los juegos de 2008 (obviamente, lo lograron) o el 1º de octubre de 2009, cuando se celebraba con pomposos desfiles y un cielo casi artificialmente azul el 60º aniversario de la fundación de la República Popular China.
En la antigua mitología china, el dragón era una de las criaturas más importantes y veneradas, y entre otras cosas era el dueño de todas las aguas. Una de sus representaciones, Yinglong, era el dios de la lluvia, y a él se ofrecían oraciones y sacrificios para que cayera o dejara de caer el agua del cielo. En la China atea de hoy, las plegarias y sacrificios son reemplazados por misiles.


Esta manipulación del clima me hace pensar en el efecto mariposa, la teoría del caos y la entropía. Sobre todo en estos tiempos de cambio climático y catástrofes naturales. De hecho, la noticia de estos días en China es la tremenda sequía en la cuenca del río Yangtze y las inundaciones en el sur. ¿Es que ahí no llegan los misiles de Beijing? O tal vez el dragón Yinglong esté bien enojado con los miembros del Partido.