Mi domingo es el lunes, y esta vez amaneció con frío y viento pero también con un sol radiante, por lo que no podía dejar de aprovechar el día, sabiendo que en unas dos semanas ya puede comenzar a nevar en Beijing.
Mi principal objetivo era perderme un poco en el centro de la ciudad. Ya bastante familiarizado con el subte pekinés, tomé la línea 13 y luego combiné con la 2 para llegar a la estación Qianmen, ubicada justo al sur de la plaza Tian’anmen, en el centro geográfico de la ciudad. Emergí a la superficie para caminar unas cuadras hasta la calle Dashila, una peatonal de 300 metros de largo y 500 años de historia, tal vez la calle comercial más famosa de la ciudad, donde permanecen algunas construcciones típicas de la “antigua” Beijing –lo pongo entre comillas porque aquí todos los sitios de interés turístico han sido completamente restaurados y ya son simplemente eso: destinos turísticos. De todas maneras uno puede ver la tradicional arquitectura china, dentro de la cual actualmente funcionan restaurantes, zapaterías, joyerías, tiendas de artesanías y souvenirs, etcétera. Dashila es considerada también la cuna de la Ópera de Pekín (en su época de oro hubo cinco teatros en sus sólo tres cuadras de longitud), y hoy se conserva también el Da Guan Lou, primer cine de Beijing.
Mi principal objetivo era perderme un poco en el centro de la ciudad. Ya bastante familiarizado con el subte pekinés, tomé la línea 13 y luego combiné con la 2 para llegar a la estación Qianmen, ubicada justo al sur de la plaza Tian’anmen, en el centro geográfico de la ciudad. Emergí a la superficie para caminar unas cuadras hasta la calle Dashila, una peatonal de 300 metros de largo y 500 años de historia, tal vez la calle comercial más famosa de la ciudad, donde permanecen algunas construcciones típicas de la “antigua” Beijing –lo pongo entre comillas porque aquí todos los sitios de interés turístico han sido completamente restaurados y ya son simplemente eso: destinos turísticos. De todas maneras uno puede ver la tradicional arquitectura china, dentro de la cual actualmente funcionan restaurantes, zapaterías, joyerías, tiendas de artesanías y souvenirs, etcétera. Dashila es considerada también la cuna de la Ópera de Pekín (en su época de oro hubo cinco teatros en sus sólo tres cuadras de longitud), y hoy se conserva también el Da Guan Lou, primer cine de Beijing.
Restaurante de bao zi (dumplings) en la calle Dashila
Afiches antiguos en la fachada del cine Dan Guan Lou, el primero en Beijing
Además de perderme y flanear por la ciudad, mi objetivo era encontrar un lugar que Mando Pak me recomendó visitar: Tong Ren Tang, la famosa farmacia fundada en 1669 para abastecer al palacio imperial. Cuando pensaba estar en la calle equivocada, ahí se apareció, con su enorme fachada y su gran cartel circular con los tres caracteres de su nombre.
Fachada de la farmacia Tong Ren Tang
Hoy Tong Ren Tang es un emporio de la medicina tradicional china, y entre hierbas, cápsulas naturales y agujas para acupuntura podemos encontrar también reliquias como raíces de ginseng desecadas por métodos tradicionales y conservadas por siglos, alcanzando valores de verdaderas obras de arte: algunas de las expuestas tienen precios cercanos a los 60 mil dólares, y lo que costarán las que seguramente tendrán guardadas. Por ese precio, lo menos que se puede pedir es la juventud eterna.
Tong Ren Tang se ha convertido también en una gran empresa comercial que fabrica y exporta sus medicinas chinas a países como Australia, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, etc.
Tong Ren Tang se ha convertido también en una gran empresa comercial que fabrica y exporta sus medicinas chinas a países como Australia, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, etc.
Jengibre seco en la farmacia Tong Ren Tang
Esta raíz de ginseng tiene un costo aproximado de 60 mil dólares...
Luego fui hasta el final de la calle Dashila para entrar en Qianmen Dajie, una calle turística comercial donde se combinan estilos arquitectónicos chinos y occidentales, que fue restaurada justo antes de los Juegos Olímpicos de 2008 y que hoy es un paseo de alrededor de un kilómetro, con tranvía eléctrico incluido.
Tranvía eléctrico en la calle Qianmen
Fachada antigua, calle Qianmen
Calle Qianmen, con la puerta Zhengyanmen (o Qianmen) al fondo
Al final (o al inicio) de la calle Qianmen se encuentra la puerta que le da nombre, llamada también Zhengyangmen. Esta puerta construida en 1419 durante la dinastía Ming, es la entrada sur de la antigua ciudad, la principal en la época imperial.
Puerta Qianmen
Cruzando la puerta, se ingresa en la amplia zona de la plaza Tian’anmen. En sentido sur-norte, se encuentra primero el mausoleo de Mao Tse Tung (que no pude visitar porque cierra los lunes, así que esperaré a la llegada de Sofía para ir algún día de martes a domingo…); más adelante el monumento de los Héroes del Pueblo y la gran explanada que mira hacia la Ciudad Prohibida. Al costado oeste, el parlamento chino y al este el Museo Nacional. La plaza es grande, demasiado grande, tiene algo del espíritu que lleva en su nombre (Tian’anmen es algo así como “puerta de la paz celestial”). Claro que la historia vio varias veces alterada esa paz en esta plaza.
Monumento a la entrada del mausoleo de Mao
Plaza Tian'anmen: a la izquierda el monumento a los Héroes del Pueblo,
al fondo el Museo Nacional de China Tian'anmen: el monumento a los Héroes, detrás el mausoleo de Mao
y a la izquierda una gran pantalla LED (los chinos aman las pantallas LED...)
y a la izquierda una gran pantalla LED (los chinos aman las pantallas LED...)
Banderas china e italiana en Tian'anmen, por la visita oficial
del presidente de ese país, Giorgio Napolitano
del presidente de ese país, Giorgio Napolitano
Después de mi fracaso con el chairman Mao, me fui a almorzar a Wangfujing (esta vez no comí escorpiones), vagué por las dos librerías “extranjeras” (es decir, libros en inglés) donde compré unos volúmenes sobre el té, me perdí intencionalmente en un hutong y finalmente caminé por las zonas de Dongsi y Dongzhimen, calles comerciales muy arboladas y agradables para caminar.
El original "Todo por 2 pesos"
Cuando el sol ya flaqueaba y el viento comenzaba a zumbar, me metí de nuevo bajo tierra para llegar de vuelta a Shaoyaoju, mi estación.