sábado, 9 de octubre de 2010

30 horas


Eso es aproximadamente lo que tardé en llegar desde Buenos Aires hasta Beijing.
Mi vuelo de Malaysia Airlines partió el miércoles 20 de septiembre a las 20.50 de Ezeiza, haciendo su primera escala en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, a las 8.45 del día 9 (las 3.45 hora argentina). Esas primeras siete horas se pasaron tranquilas, nos dieron cena y desayuno, vi la nueva versión de Karate Kid (que transcurre toda en Beijing), y el resto del tiempo dormí.
En Ciudad del Cabo estuvimos hora y media aproximadamente, en la que me dediqué a estirar piernas, ver el duty free y negocios de artesanía africana y resabios del mundial. Era la primera vez que pisaba el continente africano, aunque no fue más que la zona de tránsito del aeropuerto.


Mi avión de Malaysia Airlines haciendo escala en el aeropuerto de Ciudad del Cabo

Luego el vuelo continuó hacia Johannesburgo, segunda parada sudafricana. Hora y media de vuelo, y otra escala de una hora, donde se bajaron casi todos los argentinos que venían en el avión (incluyendo un grupo enorme de escolares de colegio privado anglófilo, Saint algo, que se iba de gira de rugby y hockey a la tierra de De Klerk), y se llenó de orientales de todo tipo, indios y algún que otro europeo.
Salimos de Johannesburgo a las 13.30 hora local, para cruzar el océano Índico rumbo a extremo oriente. Nuevamente tuve la posibilidad de dormir bastante entre comida y comida (debo decirlo, el servicio de Malaysia Airlines es bastante bueno, y el toque de especias orientales disfraza muy bien lo insípida que suele ser la comida de avión).
Llegamos a las 5.30 de la mañana del 10 de septiembre a Kuala Lumpur, capital de Malasia. O sea, todo el 9 de septiembre lo pasé en el aire, como si no hubiera existido para mí. Ya tenía una diferencia horaria de 11 horas respecto a Buenos Aires y 13 con Lima. Pero todavía los efectos no se hacían sentir. Venía aguantando bastante bien la cantidad de horas arriba del avión, aunque la última hora y media antes de llegar a Malasia ya perdí el sueño y empecé a inquietarme.
En Kuala Lumpur llovía y hacía bastante calor (24ºC a esa hora de la madrugada…), el aeropuerto estaba vacío y tenía una espera de 3 horas y media con trasbordo de avión, antes del último tramo. Todavía no abrían los negocios, así que me senté a leer en la sala de espera. De repente, un fuerte malestar me invade: sueño mezclado con dolor de cabeza y sensación de fiebre. Pero así como vino, se fue, al ratito, repentinamente. Eso debe ser el famoso jet lag.


La soledad del aeropuerto de Kuala Lumpur a las 5.30 de la mañana.

Me comí una Vauquita en Kuala Lumpur y a las 9.10 de la mañana salió el último vuelo en dirección a Beijing. No pude ver nada de la capital malaya desde el aire: tenía pasillo en el bloque central de asientos, y además estaba completamente nublado.
Otra vez nos sirvieron bastante comida (desayuno y almuerzo, además de snacks, helados y bebidas), intenté ver una película policial china, pero inesperadamente seguí durmiendo casi todas las últimas 5 horas 40 minutos de vuelo.
Llegando a Beijing sí pude ver algo por la lejana ventanilla: una ciudad enorme, pero con bastante verde, y cubierta de un velo neblinoso de color gris blancuzco, que no es otra cosa que smog.
Aterrizamos en Beijing a las 14.50, veinte minutos antes de lo programado. Aquí ya estaba soleado y hacía un calor veraniego (30ºC). El aeropuerto es gigantesco (tardamos más de 10 minutos en llegar de la pista de aterrizaje a la terminal).
En definitiva, 30 horas de vuelo, que no fueron tan traumáticas como pensaba. Aunque, es bueno saberlo, el jet lag comienza a sentirse incluso varias horas después de llegar.
Hoy comienza mi verdadera estadía en China. Iré a conocer mi lugar de trabajo, me trasladaré al departamento que nos han alquilado (anoche estuve en un hotel porque no estaba listo el depto) y me llevarán a cenar el famoso pato laqueado pekinés.
Y debo ver la manera de empezar a aprender chino.


Vista nocturna desde la habitación del hotel en Beijing.

(Originalmente enviado el 11 de septiembre de 2010)

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